Sermón

La huésped no invitada

Tema

Demostrando nuestro amor por Jesús

Objetos

Invitación para una fiesta

Escritura

"Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa. Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. Llorando, se arrojó a los pies de Jesús, de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume" (Lucas 7:36-38 – NVI).

Si alguna vez has sido invitado a una fiesta, levanta tu mano. ¡Eso era lo que pensaba! ¡Cada uno de ustedes ha sido invitado a una fiesta! Quizás recibiste una invitación como esta por el correo, o tal vez recibiste la invitación por teléfono. En ocasiones un amigo puede llegarse a ti y decirte: "Estoy teniendo una fiesta en mi casa esta sábado, ¿te gustaría venir?" Es bueno ser invitado a una fiesta, ¿no es así?

¿Sabes de alguna persona que haya escuchado acerca de una fiesta y haya asistido a la misma sin ser invitado? Normalmente no vamos a la fiesta a menos de que seamos invitados, pero nuestra lección bíblica de hoy nos cuenta de una mujer que hizo exactamente eso. Creo que te sorprenderás de lo que Jesús dijo sobre ella.

Un hombre llamado Simón invitó a Jesús a comer a su casa. Simón era miembro de un grupo religioso muy extricto llamado los fariseos. Invitó a Jesús a su casa porque había escuchado de todas las cosas maravillosas que había estado haciendo y muchas personas creían que era un profeta. Sin duda, él deseaba que todos supieran que Jesús había visitado su hogar para hacerse importante ante los ojos de sus amigos.

Al comenzar a cenar, una mujer de muy mala reputación en el pueblo vino a la casa. Ella había escuchado que Jesús había sido invitado a comer y deseaba verle y estar cerca de Él. Se paró detrás de Jesús, y porque ella lo amaba tanto, comenzó a llorar. Sus lágrimas cayeron a los pies de Jesús y, como no tenía con que secar sus pies, la mujer se arrodilló y comenzó a secarlos con sus cabellos. Entonces tomó un perfume muy caro y comenzó a frotar sus pies.

Simón estaba muy molesto por lo que veía y se dijo: "Si este hombre fuera un profeta, sabría qué clase de mujer lo está tocando y no tendría nada que ver con ella. ¡Ella es una pecadora!"

Jesús podia ver que Simón estaba molesto, pero su respuesta a Simón fue sorprendente. Él le dijo: "Mira a esta mujer aquí arrodillada. Cuando vine a tu casa, no me ofreciste agua para lavar el polvo de mis pies, pero ella ha los ha lavado con sus lágrimas y secado con sus cabellos. No me diste un beso de saludo, pero ella no ha dejado de besarme los pies. No me diste aceite para ungir mi cabeza, pero ella ha ungido mis pies con perfume. Te digo, sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque ha demostrado mucho amor. Pero una persona a la cual se le perdona poco, demuestra poco amor."

Entonces Jesús le dijo a la mujer: "Tus pecados te son perdonados."

¿A cuál persona de esta historia nos parecemos más? ¿Somos como el fariseo que pensó que era muy bueno para asociarse con los pecadores, o somos como la huésped no invitada que lavó los pies de Jesús con sus lágrimas de amor y lo ungió con su mejor perfume?

Jesús, nuestro Salvador, que el amor que demostramos hacia ti sea un reflejo del amor que nos demuestras. Amén.