Sermón
¿Lo puedes creer?
Tema
Él resucitó - ¡créelo!
Objetos
Un pequeño recipiente con agua ; un clip metálico; un trozo de toalla de papel o pañuelo de papel
Escritura
Juan 20:19-31
Actividades + recursos
Antes de la clase, llene un recipiente pequeño y transparente con agua. Rasgue o corte un pequeño trozo de papel de cocina del tamaño de una nota adhesiva.
¿Alguna vez has tenido que ver algo con tus propios ojos antes de creerlo? Vamos a suponer que tu madre llega y te dice que hay un cachorro esperándote en casa. Sería difícil creer que es cierto, primero tendrías que llegar a casa y ver el cachorro con tus propios ojos, ¿verdad? Lo mismo ocurre con muchos de nosotros. A menudo tenemos que ver algo para creerlo.
Vamos a probar algo juntos. (Sostenga el clip). Si coloco este clip en el agua, ¿crees que se hundirá o flotará? (Haga una pausa para escuchar las respuestas). Vamos a ver. (Deje caer el clip en el recipiente transparente con agua. Debería hundirse).
¿Y si te digo que puedo hacer flotar este clip? ¿Me creerías? ¿O te parecería tan imposible que tendrías que verlo para creerlo? (Haga una pausa para escuchar las respuestas).
Vamos a probarlo ahora. (Ponga una pequeña toalla de papel del tamaño de una nota adhesiva en la superficie del agua y, a continuación, coloque el clip en el trozo de toalla de papel con cuidado. Cuando la toalla de papel se sature, se hundirá, dejando el clip flotando en la superficie del agua). ¡Vaya! ¡Es increíble! ¡El clip está flotando! No lo creería si no lo hubiera visto con mis propios ojos.
Nuestra lección bíblica de hoy trata de creer lo que no podemos ver.
La noche del primer domingo después de la crucifixión de Jesús, sus discípulos estaban reunidos en una habitación a puerta cerrada. Tenían miedo de que los que habían crucificado a Jesús quisieran matarlos a ellos también. De repente, Jesús apareció en la habitación a puerta cerrada con los discípulos. A los discípulos les costó creerlo, pero lo vieron con sus ojos. Jesús les mostró las heridas de sus manos y de su costado. Entonces, supieron que era Él.
Uno de los discípulos, que se llamaba Tomás, no estaba con los demás cuando Jesús se les apareció. Cuando ellos le dijeron a Tomás que habían visto a Jesús, no les creyó. Había visto a Jesús crucificado y enterrado; ¿cómo podría estar vivo? Tomás dijo: "Si no veo la herida de su costado y no meto el dedo en los agujeros donde estaban los clavos de sus manos, no lo creeré".
Una semana más tarde, los discípulos estaban de nuevo en la habitación a puerta cerrada y esta vez Tomás estaba con ellos. De nuevo, Jesús se acercó y se puso en medio de los discípulos. Entonces, Jesús le dijo a Tomás: "Pon tu dedo aquí; mira Mis manos. Extiende tu mano y métela en Mi costado. Deja de dudar y cree".
Tomás cayó de rodillas y respondió a Jesús: "¡Señor mío y Dios mío!".
Jesús le dijo: "Porque Me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y han creído".
Ni tú ni yo hemos visto a Jesús con nuestros propios ojos. La pregunta es: ¿seremos unos incrédulos como Tomás? ¿O seremos bienaventurados porque creemos, aunque no hayamos visto?
Amado Padre, ayúdanos a creer en nuestro corazón lo que dice Tu Palabra, aún cuando no lo hayamos visto con nuestros ojos.